09 May 2012

Alfonso Arthur Schomburg: El Bibliófilo

Claridad 
El Periódico de la Nación Puertorriqueña
http://www.claridadpuertorico.com

Por: Ada Myriam Felicié Soto

Ada Myriam Felicié Soto/Especial para En Rojo

“Pride of race is the antidote to prejudice."


Alfonso Arthur Schomburg: El Bibliófilo
En su adolescencia, un maestro le dijo que los negros no tenían historia. Esto lo retó a descubrir y documentar la historia de sus antepasados africanos. Cuando se interesó por estudiar Derecho no le fue posible presentar las credenciales escolares oficiales porque las mismas se habían perdido tras un incendio. Y pese a su significativa aportación al quehacer humanista, percibió una actitud de desprecio por parte de la comunidad intelectual negra, a raíz de su origen humilde y carencia de educación formal.



Una de las vergüenzas nacionales de este convulso país es el desconocimiento que se tiene de uno de los puertorriqueños más insignes: Alfonso Arthur Schomburg, quien nació el 10 de enero de 1874 en Cangrejos (Santurce). Pocos en nuestro país saben que esta puertorriqueño es reconocido en Estados Unidos como el Padre de la Historia Negra. Al parecer, quienes desarrollan el currículo escolar tuvieron un ups: olvidaron incluir a Schomburg. No hay que ser muy

suspicaz para intuir que ese olvido esté asociado con el color de su piel y a su ideal independentista.


Afortunadamente, personas como Bernardo Vega, Flor Piñero, Victoria Ortiz, el Lcdo. Ebenecer López Ruyol, Víctor López (Taller Cultural Afroantillano), Sandra Andino, entre otros, han realizado esfuerzos para destacar la aportación de Schomburg. El Concilio Puertorriqueño contra el Racismo, el Museo de la Universidad de Puerto Rico, el Ateneo Puertorriqueño y la Fundación Puertorriqueña para las Humanidades también han contribuido a dar a conocer en Puerto Rico el legado de Schomburg.

Cabe destacar que Jesús Omar Díaz, “El Boricuazo”, ha aportado más al conocimiento de Schomburg en nuestro país que las instituciones responsables, por mandato constitucional, de educar a nuestro pueblo.

A fin de conocer más de la vida fascinante de este hombre, un buen día tomé un avión, un taxi y el metro y, haciéndole honor a mi profesión bibliotecaria y sufriendo el frío de enero, me fui en busca de fuentes primarias al Schomburg Center for Research in Black Culture, ubicado en pleno corazón del Harlem Negro. No tenía otra opción ante mi indignación por el olvido y desdén de que ha sido objeto este puertorriqueño negro, que vivió una vida con un propósito: evidenciar los logros de la raza negra y su aportación a la humanidad.

Allí descubrí que en la vida de Schomburg ocurrieron tres incidentes claves que, a mi juicio, jugaron un papel determinante en su pasión por los libros y en su valoración de la importancia de la documentación. En su adolescencia, un maestro le dijo que los negros no tenían historia. Esto lo retó a descubrir y documentar la historia de sus antepasados africanos. Cuando se interesó por estudiar Derecho no le fue posible presentar las credenciales escolares oficiales porque las mismas se habían perdido tras un incendio. Por otro lado, pese a su significativa aportación al quehacer humanista, Schomburg percibió una actitud de desprecio por parte de la comunidad intelectual negra, a raíz de su origen humilde y carencia de educación formal.


Schomburg convirtió su crisis en oportunidad. Lejos de lamentarse y sucumbir a la tentación de la tristeza y el encono, desató su energía fundamentando y documentando el legado de la raza negra, dotando así a las generaciones venideras del conocimiento respecto a los logros y la aportación del negro a la cultura. Interesante por demás; quien no tuvo estudios formales ni fue admitido a una universidad, dio al mundo una verdadera lección magistral: su visión de la historia como herramienta para combatir la desigualdad racial y construir un futuro digno. 


The American Negro must remake his past in order to make his future… History must restore what slavery took away., sentenció Arthur Alfonso Schomburg. Existe una dimensión del legado de Schomburg: la Bibliofilia, que es la afición apasionada por los libros, especialmente por los raros y curiosos. El gusto por coleccionar, investigar y hacer bellos libros se inicia en la Antigüedad. 


Desde el siglo XIII, el amor por los libros tuvo sus máximos exponentes en San Luis, Rey de Francia y en el monarca castellano Alfonso X. Desde el Renacimiento, la bibliofilia cobra especial interés por parte de los príncipes, los grandes señores y los humanistas, quienes recorrerán o enviarán emisarios por toda Europa en busca de códices y, posteriormente, de los primeros libros impresos (incunables).

Desde la Edad Moderna hasta nuestros días, la belleza, el interés de su contenido o la rareza de algunos ejemplares han llevado a los amantes del libro a la búsqueda y recuperación de ejemplares únicos o raros, rescatándolos así para la posteridad. Eso fue exactamente lo que convirtió a Schomburg en un bibliófilo, que es la persona aficionada a las ediciones originales, raras y curiosas de libros.


Como bibliófilo, Schomburg tenía su propio Ex Libris (frase en latín que significa de los libros de), que usualmente se imprimía en una placa para evidenciar la procedencia de un libro. La imagen del Ex Libris de Schomburg era un esclavo negro. La afición por los libros de este puertorriqueño ilustre fue evidente desde su niñez. Entre sus libros favoritos figuraban Robinson Crusoe y Los tres mosqueteros. Su héroe fue el libertador haitiano Toussaint L’Ouverture y su gran inspiración fue el patriota y maestro puertorriqueño Rafael Cordero. Sus lecturas inspiradoras fueron las obras de los abolicionistas José Julián Acosta y Salvador Brau

Schomburg llega a New York el 17 de abril de 1891 y comparte hospedaje y actividades políticas con Flor Baerga, un coleccionista aficionado de libros que había recopilado muchos documentos de emigrantes cubanos y puertorriqueños en New York. Conoció a José Martí, quien fue otra figura que le inspiró y cuya obra literaria disfrutaba. En un viaje a Nueva Orleáns en 1892 se conmueve profundamente al visitar las comunidades negras y escuchar las canciones religiosas. Se identifica con los afroamericanos.

En 1892 se convierte en masón y se hace parte de la Logia El Sol de Cuba. A raíz de su dominio del español, inglés y el francés, fue nombrado Presidente del Comité de Relaciones Extranjeras y traduce documentos masónicos al español. Organizó y preservó los archivos de la Logia y estableció muchos contactos que le facilitaron su misión de preservar y documentar la historia negra.


Con sus escasos ingresos como supervisor de la Sección de Correspondencia del Banker’s Trust, Schomburg acopió una gran colección de libros, documentos valiosos y artefactos en su casa. Era visitado por los estudiantes e intelectuales que investigaban la historia negra. Participaba activamente en todos los eventos sociales, culturales y políticos asociados con la comunidad negra. Contribuyó a desarrollar

orgullo por la raza negra, proveyendo recursos bibliográficos, orientación e interpretación de los logros de la humanidad negra. Publicó una gran cantidad de artículos en torno a la aportación del negro. Prestaba sus libros y permitía que las personas visitaran su hogar para realizar sus investigaciones.


¿Cómo desarrolló Schomburg su colección de libros y documentos? Le pedía a sus amigos que viajaban que adquirieran libros y documentos. Viajaba para buscar materiales para documentar sus investigaciones. Realizaba bibliografías sobre literatura afroamericana. Mantenía correspondencia con personas de todo el mundo.

Compraba libros raros en París, Londres, La Habana, Madrid, Hamburgo y Estados Unidos. Hacía colectas entre sus amigos y conocidos para adquirir obras valiosas. Su activa participación en la Sociedad Negra para la Investigación Histórica le permitió establecer contactos para fortalecer su colección, la cual ya para el 1925 contaba con más de 3,000 volúmenes, 1,100 folletos, estampas, manuscritos, conferencias, invitaciones a actividades sociales, cívicas y religiosas, programas de teatro, anuncios de conciertos, estampas, folletos, etc.


Era consultado por intelectuales, historiadores, escritores, y artistas negros. Mantenía correspondencia e intercambiaba documentos con importantes líderes negros, coleccionistas de libros, vendedores de antigüedades, bibliófilos, escritores e historiadores de muchas partes del mundo. Era un gran negociador, pues tenía un sentido muy agudo para identificar documentos valiosos.


Schomburg establece el fundamento intelectual para el movimiento denominado El Renacimiento de Harlem o el Renacimiento Negro, en el cual Harlem se convirtió en el centro cultural del negro. Durante ese período se fortaleció su lucha por el reconocimiento de la historia y herencia negra. La New York Public Library en Harlem era el centro de acción de Schomburg, quien donó parte de sus libros cuando su esposa le dijo que se iban los libros de la casa o se iba ella… Organizó la División de Literatura, Historia y Estampas del Negro. En 1926 la Carnegie Foundation dona $10,000 para comprar su valiosa colección para la New York Public Library. Con esa suma de dinero, Schomburg viaja a Europa y a Cuba para adquirir más recursos bibliográficos para la Biblioteca. En 1932 lo nombran conservador de la Sala de Investigación del Schomburg Center.

Mantuvo su pasión por la bibliofilia hasta su muerte, acaecida el 10 de junio de 1938, a los 64 años como consecuencia de las complicaciones de una infección dental. Puerto Rico y la clase profesional bibliotecaria con Alfonso Schomburg, quien puso en alto, como pocos, el nombre de nuestro país y realizó una aportación extraordinaria a la biblioteca pública más reconocida del mundo. Nunca es tarde para reinvindicarnos y rescatar del olvido a este insigne afro-borinqueño, como a veces él se hacía llamar. Prometemos seguir trabajando en ello. Muy pronto el mundo será testigo del nacimiento de una obra sublime, valiosa y digna que honrará la memoria de este humanista puertorriqueño.

Sugerencia: La próxima vez que dé un viajecito a Nueva York, además de visitar el Rockefeller Center, la Estatua de la Libertad y el Parque Central, dese una vueltecita por la 135 y Lenox. Tan pronto se baje de la estación del tren, verá de frente la New York Public Library, un edificio de ladrillos con un rótulo que lee: Schomburg Center for Research in Black Culture. Tengo la certeza de que su corazón va a latir aceleradamente y va a sentir un profundo orgullo que le hará exclamar:


“Ése es boricua, pa’ que tú lo sepas!


La doctora nos anuncia una 2da parte de este trabajo.


La autora es doctora en bibliotecología y trabaja en el Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.